Querido Papá Noel:
No sé si al ver la casa tan
callada, entrarás, pero igual escribo mi carta de todos los años y lo pongo al
pie de este arbolito que desde hace muchos años me acompaña...
En la anterior Navidad me
despedía de ti porque debía ir a cumplir parte de mi destino; me encontraste
sola; ya no hay niños en la casa –dijiste- y a mi, me abruma el silencio. Lo sé
y no te culpo…
Hoy me encuentro en una
Navidad ya conocida, con aroma a flor de coco, con el pesebre instalado por mis
nietos, preparados para la espera…
Sólo falta tu guiño cómplice
y esa risa incomparable con que te anuncias al llegar… JO JO JO JOOOOO!!!
El árbol está desierto y
callado; no compré regalos, ya no tengo a quién puedas entregar, pero te
espero… si entras, tendrás tu copa de sidra con que siempre te espero para
brindar por el amor...
Hoy quiero agradecerte por
las muchas Navidades felices, por los miles de bellos regalos recibidos, por
ayudarme a llevar adelante la fantasía en mis hijos; por hacerme entender que es el
día ANIVERSARIO de un niño que cambió el mundo con su AMOR.
Que es el cumpleaños de
Jesús, aunque el mundo no lo entienda así.
Gracias Papá Noel, si esta
noche nos encontramos en la casa de mis nietos… haz de cuenta que no nos
conocemos y te haré “un guiño cómplice…” otro día puedes venir a visitarme para
recordar juntos, esos días felices y te contaré las anécdotas del año vivido.
Hasta la próxima Navidad, Papá Noel…
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