Entraba la tarde con pereza,
la lluvia mansamente gemía en el tejado
y los vitrales opacos de mi ventana
dejaban ver lo gris del cielo…
Llegué sin avisar,
te encontré tendido con los ojos cerrados
laxo, como esperando mi llegada
sin suspiros de impaciencia,
sin mover un solo músculo
estabas allí acostado…
Mis pies alados iban abriendo surcos,
me acerqué a tu cuerpo,
mi respiración te llegó a los ojos
que se abrieron lentamente
sonriendo gentil,
-te esperaba- me dijiste
y apoyé mis labios en los tuyos
que me recibieron con ganas,
fue un beso mojado, largo
que hizo temblar mi pecho…
Siseaban tus labios en los míos
diciendo cosas bonitas,
y la tarde calló su llovizna
para dar paso al amor.
Pusiste en tus labios, golosos
la miel de mil panales
recorriendo con avaricia
mi cuello… mis pechos…
y en medio de ese jadeo amoroso
nació el deseo de más.
Mis besos buscaron tu misterio
convertido en manjar sabroso
que se ofrecía a mis ojos sin timidez,
haciendo de mi pecho un repique
incesante y grato;
fue un momento de placer inmenso
que contagiaba y se expandía,
un galope de mariposas
fueron tus ágiles manos,
y en suspiros de gloria
dejabas amoroso presente
ante mis ávidos ojos, cual
exquisito néctar… de una hermosa flor
La tarde antes gris,
se hizo primavera en mi jardín,
y en medio de la llovizna te entregué
mis besos de amor.
Fuimos “uno” en ese instante de magia
grato estar en tus brazos morenos,
delicia en tus labios al decir “te quiero”
mi tímido sentir se volvió volcán
y tu ser entero se entregó al placer…
fuiste mío… fui tuya…
como la primera vez.